«Divino parpadeo»: un relato de Juan Carlos Mon

«Divino parpadeo»: un relato de Juan Carlos Mon

Por Mirtha Caré (eme.care@elcafediariook.com)

Edición: Florencia Romeo (florencia.romeo@elcafediariook.com)

El relato Divino parpadeo, escrito por Juan Carlos Mon, fue seleccionado como uno de los tres textos destacados en la primera convocatoria de relatos organizada por El Café Diario, evento que invitó a escritores de diversas latitudes a explorar su creatividad en torno a la temática de las celebraciones de fin de año.

Sobre la convocatoria

Bajo el título Convocatoria de autores – ECD, El Café Diario extendió su invitación a escritores y escritoras de todos los géneros literarios. Enfocados en relatos breves de ficción, la consigna proponía una exploración literaria en torno a las festividades de cierre de año, con absoluta libertad creativa.

El relato

Divino parpadeo

En el conocido bar AH, DIVINO una clientela de dioses festejaba la Navidad charlando animadamente mientras en los parlantes sonaba Happy de Pharrell Williams y la cerveza fluía dorada y generosa por la garganta de la élite estelar.

—Che, Buda, dejá algo para los demás. Ya te comiste todo el maní salado vos solito. Mirá que tanta sal no es buena para la salud. Dicen que te hace retener líquidos y eso te hincha, y vos ya sos gordo…

—Che, Cristo, está bien que sea tu cumpleaños, pero el gordo ya es bastante grande y pelado para que lo jodás por lo que come, ¿no te parece?

—Dejalo nomás, no importa. Yo seré gordo, pero él mancha con sangre todos los vasos que toca. Y si querés saber dónde está o de dónde viene, es fácil: las huellas de sangre lo delatan. Al menos ponete unas curitas.

Las carcajadas de los dioses por la ocurrencia de Buda taparon las palabras de Cristo.

—¿Y vos qué contás, Apolo? ¿Cómo la llevás con tantísima prole? —preguntó Odín.

—Callate… me tienen harto. Para las celebraciones de fin de año siempre enloquecen, se meten en líos de polleras o calzoncillos. Sin ir más lejos, ayer vino mi hijo Hermes a pedirme 100 kilos de oro para organizar una orgía con damiselas vírgenes y efebos castos, el muy sinvergüenza. Me lo saqué de encima lanzándole un rayo en las patas. Despilfarra mi oro, como si fuera suyo, en amantes de ambos sexos.

—Es que vos también, te fifás todas las minas y tipos que se te cruzan por delante. ¿O a quién creés que salió el Hermy? Tenés que controlar un poco tus instintos, che.

—No es culpa mía ser pintudo y calentón. En cambio, vos, Odín, vivís en pedo, aunque no se te note.

—¿No les da vergüenza? ¡Ya son dioses grandes! —los amonestó Cristo.

—¡Pero míralo vos al cumpleañero! Vos sos tu propio papá, o sea que para el Día del Padre te regalás a vos mismo. Tenés un nudo genealógico en tu culposa vida, querido, y encima tenés el problema del Espíritu Santo. Flor de quilombo el tuyo —argumentó el Buda y, luego, dirigiéndose a Inti:

—Che, Inti, ¿podés subir un toque la luz que acá está medio oscuro?

—No hay problema —dijo Inti que se levantó, tocó el foco de la lámpara del techo y de inmediato la intensidad de la luz aumentó. De repente se oyó la ronca voz de Zeus:

—Che, Vira –refiriéndose a Viracocha–, ¿te queda merca de la buena? ¿A cuánto me dejás el kilo?

—A vos, por ser amigo, te lo dejo a mil kilates de diamantes. ¡Una ganga!

Zeta –que así le dicen sus amigos– sacó de su túnica de seda una bolsa rebosante de diamantes finamente tallados y los puso en la mano de Vira. Luego gritó dirigiéndose a todos los presentes:

—¡A la fiesta nos llamaron! Que comience el baile, y vos, Pachamama, dejá ese faso y vení, así se te levanta el ánimo.

Los gritos de entusiasmo llenaron el ambiente:

—¡Qué bueno! ¡Sííí! ¡Viva la Navidad divina! ¡Aguante el Zeta! ¿Alguien tiene un espejo?

De pronto, Marduk dijo señalando en dirección de un niño vestido de azul y con una enorme y ridícula galera del mismo color:

—Che, Hijitus, ¿qué hacés acá? Este será el cumple del niño Dios, pero es una fiesta de dioses adultos y vos no sos ni uno ni lo otro. Así que ya mismo te me vas para el caño donde vivís, pendejo de mierda.

Hijitus se puso rojo como la nariz de Papá Noel de la vergüenza, se metió en su sombrero llorando y diciendo –más bien gritando– «Y chucu chucu chucu chucu» salió volando del bar en el que ahora en medio del jolgorio se oía a Cerati cantando El mareo.

Acerca del autor

Juan Carlos Mon, autor de Divino parpadeo.

Juan Carlos Mon (4 de mayo de 1982, San Miguel de Tucumán). Padre de la revista El Gueto (2013) y de Valentín Ricardo Mon (2015). Cursó la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras. Trabaja en la Biblioteca de la Facultad de Artes desde 2012. Su cuento Medusa fue publicado en la antología La casa de los duendes (2020). Publicó su primer libro de cuentos, San Palito, en 2021. Ganó el premio 40 años de retorno a la democracia, organizado por el Ente Cultural de Tucumán, en 2023, con el cuento Radical. En 2024 ganó dos premios con el cuento Carnicero Redentor: por un lado, XV Certamen de Narradores Tucumanos y, por el otro, Concurso Daniel Tomás Quintana organizado por la Biblioteca Popular Mariano Moreno de Deán Funes (Córdoba). Actualmente tiene dos libros en desarrollo, que pronto saldrán a la luz.

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