Ornella Ruiz Díaz, artista del caos y la belleza
Por Mirtha Caré (eme.care@elcafediariook.com)
Edición: Carla Scardino (carla.scardino@elcafediariook.com)
Ornella Ruiz Díaz es artista plástica, nació en Buenos Aires en 1995 en el seno de una familia que la impulsó hacia la creatividad. Es joven, apasionada y desborda energía positiva. Con ella hablamos sobre su obra y sus inicios.
¿Cuál fue el camino que te llevó hacia el arte?
Para llegar a la pintura y las artes plásticas en general atravesé una niñez y adolescencia rodeada de arte. Mi papá dibujaba y me contaba historias que inventaba, mi mamá me incentivaba y me llevaba a todo tipo de actividades: gimnasia rítmica, danza, dibujo, coro.
¿Qué otras artes te formaron?
La música estaba más que presente. Recuerdo que a los 9 años invité por primera vez a una amiga de la escuela a mi casa y muy entusiasmada le dije que escuchemos un disco de Elvis Presley; ella se largó a reír y al día siguiente les contó a todos mis compañeros que yo escuchaba «música para viejos». Desde ese entonces me tildaron de «rara», adjetivo que a medida que fui creciendo pasó de ser una vergüenza a ser un orgullo.
¿Cómo fue tu adolescencia?
En la adolescencia me refugié en mis ídolos del rock and roll, artistas plásticos, cineastas de otras épocas y poetas malditos. Cuando tenía 17 años trabajé en algunas películas del director Raúl Perrone (director y guionista de cine independiente argentino); también empecé a pintar todos los días, e ir a museos y galerías.
Crecía así tu vínculo con el arte.
Relacionarme con el arte, reconstruir belleza con lo que nos toca y compartirla, me pareció –y continúa pareciendo– de lo más increíble de este mundo. Por eso decidí que las artes plásticas eran lo único para mí.
Arte, arte, arte
¿Quiénes son tus referentes?
En todas las disciplinas hay artistas que me han influido. Mencionarlos se convertiría en una eternidad de nombres de personas fascinantes. Lo que puedo decir es que no sólo cumplen el cometido de incidir, sino que, además, me sirven como inspiración a ser. Estos artistas viven el arte como forma de existencia y resistencia ante lo horrible de esta sociedad, así que pienso que escapan de cada estructura establecida, desde su pensamiento hasta su apariencia.
¿Nos das algunos nombres?
Puntualmente, en las artes visuales siempre vuelvo a mis maestros, artistas que van desde pintores de la llamada nueva figuración, la generación del Di Tella, los vanguardistas que trabajan la abstracción lírica y geométrica, hasta la Bauhaus, y sobre todo los que llevan su obra a la tercera dimensión y más allá de lo convencional, como Yayoi Kusama, Olafur Eliasson, Anish Kapoor, y Marta Minujín. Lo que comparten es la particularidad de que son del siglo XX.
Gran parte de tu obra es circular. ¿Qué nos podés contar sobre eso?
Las obras circulares nacen en 2016 con la idea de romper con la típica forma de cuadro-ventana. Primero indagué con un formato pequeño de 15 cm de diámetro y realicé más de 400 de esta serie hasta que decidí hacerlos en grande.
Desde siempre pinté con acrílico porque es donde me siento más cómoda con la velocidad de secado. Busco y pienso mis obras para que se puedan apreciar tanto a larga como a corta distancia, por eso la paleta de color es vibrante y de mucho contraste: son matices que siento en mi interior y nacen a la hora de componer.
¿Qué nos podés contar acerca de la obra Lloré un río, mas todos vieron la belleza en él y no la tristeza en mis ojos, 2018?
Esta obra la hice en homenaje a la gran poeta y escritora Alfonsina Storni, quien considero que estuvo adelantada a su época con su prosa, su romanticismo, su dolor y su amor por lo erótico. Encuentro una inspiración y una amiga en ella.

¿Cómo es tu proceso creativo?
Lo que se entiende acerca del proceso creativo es muy curioso, porque hay una especie de mito, que muchos creen, en donde el artista enloquece por las noches, tiene visiones o toma algún estupefaciente.
¿Y cómo es realmente?
Realmente es cuestión de sentarse y trabajar la imaginación para lograr que las ideas fluyan, siempre siendo consciente de la intención que se tiene durante esa búsqueda. En mi caso, primero pongo música, que es indispensable; hago muchos bocetos rápidos en lápiz negro hasta que encuentro la forma definitiva que me atrae, luego voy al lienzo con muchas ganas de explorar el color y jugar con él.
Un proceso fascinante.
Escucho mi cabeza mientras pinto, ya que realmente se me pasan muchas cosas en ese momento y las escribo si me parece que alguna va a servir para un futuro título o proyecto. Diría que lo que más agota en el acto de pintar es largar esos pensamientos y sensaciones para llegar a una obra auténtica y no forzada.
Artista interactivo
¿Participás en proyectos colectivos?
Además de mis obras de pintura y escultura participé en el proyecto colectivo Arqueología de lo Cotidiano, una instalación interactiva que explora la poética de la vida cotidiana de la periferia de los lugares donde se emplaza. Se creó en 2017 y fue financiado por la beca para artistas jóvenes Escena pública, programa del Ministerio de Cultura de la Nación. Se presentó en un festival en Tandil y también en Bahía Blanca (2018) y espera para este año nuevos espacios en la provincia.

¿Dónde se pueden ver tus trabajos?
Tras haber expuesto parte de mi producción circular en el Museo Lucy Mattos, algunas de esas obras fueron trasladadas a Casa Mundus, un espacio/galería en la zona del Distrito de las Artes, ubicado en La Boca, donde actualmente se pueden visitar y también adquirir. Virtualmente se pueden ver en mi cuenta de Instagram.
¿Te gustaría dejarnos algún mensaje?
Me gustaría dar a conocer la responsabilidad que el artista lleva consigo, que es contar sobre el caos y la belleza que vive al crear su propia ficción, alimentando de este modo su intelectualidad y curiosidad. Todo esto sin quedarse al margen de que el arte debe ser hecho por una necesidad urgente que nace en su interior y para un amplio público, no sólo para un grupo selecto de afortunados. Siempre fantaseando de una manera no convencional.
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