Macedonio Fernández, en una obra teatral con guiños e ironías
Por Guillermo Tagliaferri (guille.tagliaferri@elcafediariook.com)
Maxidonio, el puchero misterioso está lejos de ser una biografía precisa del destacado escritor y filósofo Macedonio Fernández. Pero ofrece, en un formato onírico, poético, metafísico y reflexivo, su forma de pensar y encarar diversos temas como la literatura, la muerte, el deseo, la política, el amor, los fracasos, en un ritmo teatral intenso, reflexivo, contundente y denso.
Escrita por Vicente Muleiro y dirigida por Norman Briski, el estilo y el sello de ambos está marcado en esta obra, que permite descubrir o redescubrir pinceladas de la personalidad de Macedonio Fernández, nacido el 1 de junio de 1874 y fallecido el 10 de febrero de 1952, y quien archivó su título de abogado para dedicarse a la literatura.
Entre sus libros editados figuran, entre otros, No toda es vigila la de los ojos abiertos; Papeles de Recienvenido; Una novela que comienza; Poemas; Cuadernos de todo y nada y Adriana Buenos Aires.

Seriedad, ironía y una escenografía rara
Al ingresar en la sala del Teatro Calibán, fundado y dirigido por Briski, ubicado al fondo de un edificio en el barrio de Monserrat, una actriz vestida de afata, Cony Fernández, va acomodando al público, sobre unas tribunas estratégicamente ubicadas y durante la obra va llevando adelante el relato con punzantes acotaciones,
El absurdo, la ironía, el humor y el erotismo se intercalan con las reflexiones y el sentido de cada palabra, sobre un escenario nada convencional, de poco habitual geometría y con un pozo, escaleras, cama rebatible, roldanas y artefactos que se condicen con la temática desordenada y transgresora de la obra y del director.
Sergio Barattucci, actor que personifica al particular escritor, se encarna en su piel y entre el aspecto desalineado en vestimenta y apariencia, y las reflexiones, las actitudes y las formas de pensar permite adentrarse en la compleja mente de Fernández. No falta la olla con puchero, alimento que Macedonio consideraba como la única receta para prevenir enfermedades y eludir a los médicos.
El recuerdo de Elena Bellamuerte, su mujer fallecida, su comportamiento ante el amor y el sexo, y sus proyectos, desopilantes, como candidato a presidente de la nación, son puntos altos de la obra.
Macedonio, o Maxidonio, y su relación con Jorge Borges
Macedonio Fernández mantuvo una amistad con el padre de Jorge Luis Borges, que luego se extendió al hijo. En la obra queda reflejada ese vínculo y la admiración que Borges sentía por Fernández. Con una lúcida actuación, que incluye su forma de hablar y caminar, Juan Washington Felice Astorga, representa al mundialmente reconocido escritor nacido en Buenos Aires y fallecido en Ginebra.

También a la altura, cada uno en sus logradas interpretaciones, están Lorena García, Ezequiel Martelliti y Lucrecia Fiorito.
Muleiro y su vínculación con Macedonio
Escritor, con novelas, poesías y relatos publicados -entre ellos Cuando vayas a decir que soy un tonto; Sangre de cualquier grupo; La niña de su ojos; El dictador, entre otros- y periodista, con paso por varias redacciones, Vicente Muleiro habló con El Café Diario® sobre Maxidonio, el puchero misterioso.
¿Cuánto te apasionan la obra literaria y la personalidad de Macedonio Fernández?
Tengo una predilección especial por Macedonio, es cierto. Me interesa tanto por su obra como escritor como también por las huellas que dejó. Por ejemplo, en cierto Cortázar, como el Cortázar de Cronopios, también en Piglia. Macedonio Fernández es un escritor que, además, formó escritores, digamos. Y está muy metido en el imaginario argentino. Es un escritor áspero, que aportó nuevas estéticas e influyó en la cultura literaria argentina, porque tenía una visión opuesta a lo clásico. Y tenía una posición política, anarquista, muy interesante.
¿Su particular forma de pensar y ser fueron una buena motivación para escribir esta obra?
Bueno, la idea nace de leer en Macedonio muchas posibilidades teatrales, tanto en su obra como en su vida personal. Tiene unas ideas, sobre todo en Museo de la novela de la eterna, donde piensa la novela salida a la calle y eso es muy teatral. Como la fantasmagoría de la muerte con la que siempre conversa. sus . Así que, en la literatura de Macedonio, estaban las claves para una teatralidad.

Maxidonio, lejos de una biografía estructurada
Basada en hechos reales dista de ser una clásica historia de vida. Al menos no recorre esa línea clásica de una biografía, ¿no?
No, no, no… Está lejos de ser una biografía, no tiene nada que ver con lo documental. Aunque sí sale de su literatura y de imaginarlo, más allá de la puesta de Norman Briski, que lo fragmenta.
Justamente, ¿cómo es trabajar con Briski?
Bien, bien. Yo le doy los textos, y él después hace algo así como una nueva escritura, que es la puesta en escena. Esta es la tercera obra que hubo con él, así que ya sabemos cada uno lo que piensa el otro, algo fundamental.
¿Cómo surgió la idea de hacer ese cruce entre Borges y Macedonio?
Borges mismo lo consideraba a Macedonio como su numen, en cuanto a ciertas ideas y a cierta concepción de la literatura. Así que es una relación que fue histórica, eso sí existió. Tienen perfiles muy distintos, pero es muy rica esa relación.

Maxidonio con x y el puchero
Del título de la obra llaman la atención: el nombre mal escrito y la mención del puchero. ¿cuáles son las explicaciones?
La x del nombre en lugar de la c es un juego de palabras, como un Macedonio al máximo. Y el puchero es porque él lo cocinaba dejándolo fermentar y tomando la parte que salía a la superficie porque aseguraba que eso le curaba todas las enfermedades y le evitaba tener que ir a los médicos.
Maxidonio, el puchero misterioso
Teatro Calibán
México 1428, PB 5, CABA
Viernes, 21 horas
Entradas por Alternativa Teatral
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