Juan Ignacio Acosta, artífice del arte inclusivo
Por Mirtha Caré (eme.care@elcafediariook.com)
Edición: Carla Scardino (carla.scardino@elcafediariook.com)
Juan Ignacio Acosta cuenta con una extensa formación y experiencia en los campos del arte y la investigación. A partir de su trabajo en Las Ilusiones –la compañía de arte inclusivo más importante de Argentina– tuvo reconocimientos de interés cultural por parte de la Secretaría de Cultura de la Nación y la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros organismos.
Acosta también publicó el libro Prácticas Artísticas Inclusivas (Ediciones Novedades Educativas, 2020), con la intención de acercar herramientas para repensar el oficio del arte y favorecer la inclusión.
La discapacidad y el arte
¿Cómo definís la discapacidad?
Para mí es una característica más del individuo que no define a la persona, y que le aporta tanto fortalezas como debilidades. La persona tendrá que hacerse cargo de esto y a partir de ahí construir su identidad.
¿Desde dónde se aborda el arte en Las Ilusiones?
En Las Ilusiones se toma a la persona con discapacidad como artista y no como sujeto de beneficencia o asistencia. Apuntamos a su formación, la parte terapéutica es una consecuencia de hacer arte. Si bien es un foco bastante particular, también hay otros colegas que lo practican. Lo que tiene Las Ilusiones es la masividad, la cantidad de artistas que se forman y de lugares en los que estamos presentes.
Diferencias entre trabajo en grupo y terapia
¿Hay alguna limitación para participar de los talleres?
No hay una limitación, en cuanto a la discapacidad, para adquirir conocimientos. En todo caso lo que puede suceder es que el aprendizaje sea un poco más lento. En discapacidad lo más importante es tener en cuenta los tiempos. Puede pasar que alguna persona tenga una menor autonomía, esto es real y no hay por qué esconderlo, por lo tanto, puede necesitar una mayor asistencia.
¿Alguna vez te encontraste con algún condicionamiento?
Están las características individuales como puede ser el ego (porque también hay egos en las personas con discapacidad), u otras características que no les permiten trabajar en grupo, como entender los límites o querer ser siempre protagonistas. No todo tiene que ver con una cuestión orgánica o terapéutica. Si el impedimento que sea no le permite trabajar en grupo y necesita el uno a uno, entonces Las Ilusiones no es el espacio, porque ahí sí se transforma en algo terapéutico.
En Las Ilusiones se propone un modelo de trabajo diferente, ya que la persona sin discapacidad es quien resulta ser incluida. ¿De dónde surge esta idea?
Esto se fue dando por una necesidad. Los personajes más complejos necesitaban de más experiencia que no encontrábamos en los artistas con discapacidad, no por la discapacidad en sí, sino por cuestiones artísticas. A partir de ahí empezamos a buscar actores sin discapacidad que cumplan esas funciones y que tengan un grado de adaptabilidad más rápido de lo que sucede a menudo en discapacidad, donde los tiempos suelen ser un poco más lentos. Una vez que los incorporamos nos dimos cuenta de que se nos abría un abanico de posibilidades.
¿Cuál es el resultado de esta experiencia?
Los actores incluidos nos decían que al principio les había costado integrarse y ahí tomamos esta experiencia empírica y la transformamos además en una experiencia filosófica. Ese estar del otro lado ayuda a comprender la existencia de la diversidad.
Una idea, dos formatos
Las actividades principales son teatro, danza y canto, que luego confluyen en una comedia musical. ¿Siempre es así?
Se pueden trabajar las disciplinas por separado, pero también se pueden trabajar las tres al mismo tiempo. La comedia musical se logra dependiendo del grupo, de los tiempos, la intención, las ganas y el deseo de los artistas que están en ese grupo y de las elecciones que hacen, qué taller eligen para formarse. Las Ilusiones trabaja dos lados. Por un lado, está el formato escuela, y por el otro, está la compañía.
¿Dónde presentan las obras?
A veces las presentamos en nuestro espacio de formación habitual y a veces nos contratan desde sindicatos, municipios, teatros, escuelas, y en esos lugares es con un cachet o a la gorra. Lo recaudado después se divide en partes iguales entre los miembros que conformaron esa producción; ése sería el formato compañía o cooperativa.
Romper la barrera de los prejuicios
¿Con qué expectativas llega la gente a ver las obras?
Con respecto a esto sucede algo muy interesante. Como no hay una gran emoción por parte de los espectadores, aparece algo muy valioso: la sorpresa. Se sorprenden de la capacidad, del poder hacer, del profesionalismo. Cuando aparecen los gags más profesionales los disfrutan como espectadores de cualquier tipo de elenco. Pero sobre todo se sorprenden de que una persona con discapacidad pueda actuar sin hacerlo de forma infantil, ni de manera amateur, ni haciendo de cuenta que.
¿Qué sensaciones se lleva el público?
Hay un mito, una creencia de que como es discapacidad va a ser aburrido, es salud, es terapéutico, es un juego de niños. Entonces, hay que romper esa barrera. Al público le cuesta romperla, se queda en la antesala; no ve el espectáculo, le falta el velo de lo artístico.

Los espectadores y el arte inclusivo
¿Tiene que ver con lo que menciona en el libro sobre educar la mirada?
Totalmente, habría que tomar el concepto de Jorge Dubatti (crítico, teórico y gestor teatral) de su Escuela de Espectadores e intentar educar espectadores para que puedan ver el arte inclusivo, que es pensar otro arte, no mejor ni peor, simplemente con otros parámetros. De alguna manera, siempre las vanguardias han sorprendido y al principio no han gustado.
Todo cambio presenta resistencias, ¿no?
Exacto. Por ejemplo, cuando estaba el Romanticismo y apareció el Realismo, se dijo que este no era arte. También pasó con el Impresionismo, y cuando apareció el Happening se decía que todos los que lo hacían estaban locos. Entonces, ahora hay que decir que el arte inclusivo es arte, con otros parámetros, y por qué no disfrutarlo.
La discapacidad y las políticas públicas
¿Has notado cambios en la sociedad en cuanto a arte y discapacidad?
La sociedad fue cambiando con respecto a la discapacidad más allá del arte, pero en el arte todavía no lo logramos porque las políticas públicas no están pensadas para incluir a personas con discapacidad en el mundo artístico. Solamente se piensa la discapacidad en cuestiones de obra social, trabajo o salud, no se piensa en el mundo artístico o del pasatiempo.
Igualmente creo que se avanzó en términos generales, porque ahora se habla y ya la persona con discapacidad no está oculta en su casa. En mis dieciocho años de trayectoria percibo que estamos mejor. Los medios y el Estado hablan más, y ése es el mayor punto de partida para la transformación y para que haya devenires más inclusivos.
Arte inclusivo, o el arte de formar y transformar
Tu experiencia con el arte inclusivo está plasmada en el libro Prácticas Artísticas Inclusivas. ¿A quiénes está dirigido?
En primer lugar, lo pensé para formadores. Para contar mi experiencia, mi recorrido. No hay libros que se piensen desde la discapacidad en el arte, entonces, la idea es transmitir y contagiar ganas. Pero también puede servir para las familias en general, o para ese público al que le interesa este mundo, ya sea por curiosidad o porque tiene alguien cercano con discapacidad.
Me parece que es un libro esperanzador y que ese público que no conoce tanto puede romper una visión, un prejuicio, y puede hacer una transformación respecto a lo que ve, y me parece que eso es valiosísimo. Tener la posibilidad de ver a una persona con discapacidad no con los ojos de la enfermedad, sino con los ojos de la persona, del sujeto.
¿Te gustaría compartir algo más?
Sí, me gustaría que la gente se acerque, que el público se anime a cambiar la mirada. Que estos espectáculos sirvan para generar una percepción más diversa y heterogénea, que tomen este arte como una virtud.





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