Nice Guys y un tributo que hizo ruido en el corazón

Nice Guys y un tributo que hizo ruido en el corazón

Por Lola López (lola.lopez@elcafediariook.com)

Edición: Florencia Romeo (florencia.romeo@elcafediariook.com)

Fuimos al recital con Rick, un amigo de la facultad con quien compartíamos, en los noventa, mucho más que apuntes: punk, caminatas eternas y cierta idea de que el mundo era infinito (a veces todavía hablamos de eso).

A la redacción de El Café Diario® llegaron dos entradas para ir a ver a Green Day (es decir, la banda rosarina Nice Guys, pero lo hacen tan igual que es como ir a ver Green Day) y qué mejor que ir con Rick, pensé, cuando mi editora me preguntó si podía cubrir el recital.   

Ahora son las 10 de la noche y estamos yendo. En el camino, Rick (tímido irremediable) me dice:

-Uff… ahora cuando lleguemos vamos a parecer los padres de todos.

Lo miro riéndome y no digo nada. Nick camina con el ceño fruncido y las solapas de la campera levantadas, más como hábito que por el frío. Pensé en lo paradójica que es la timidez, esa fantasía de creer ser el centro de todas las miradas, como si el mundo tuviera tiempo de enfocarse en uno. Nada más lejano a la verdad, pero la timidez parece convertir las irreales miradas de los otros como en rayos láser paralizantes. Alguna vez se lo dije a Rick y él se mostró de acuerdo, aunque siguió siendo el mismo.

Nice Guys, puro punk

Luego de un rato llegamos a Muddy´s, un lindo bar, cálido, sin pretensiones… y con una cerveza tremendamente rica. La banda arranca con fuerza y no afloja. Nice Guys no imita: revive con todo el crunch de la carne al asador, y eso se agradece. Porque el punk, aunque pueda parecer de museo, necesita verdad y poner el cuerpo. Los Nice Guys tocan con actitud, con precisión y esa forma de estar en el mundo que torna todo mágico: con el fuego sagrado de hacer algo que nos gusta.

Muddy’s, el club cultural de Ituzaingo donde se presentó Nice Guys.

Billie, el cantante de Nice Guys, simplemente la rompe. Tiene una sinceridad de canto (no sé decirlo de otra manera) que resulta fascinante. Rick está como loco, cantando todas las canciones al pie de la letra y a resguardo de las miradas detrás de una columna. Por un momento me sorprende que nadie fume. «Claro, pero es que estamos en 2025, no en 1996 cuando el humo era parte del decorado«, pienso.

Inmediatamente me pregunto, también, si se armará pogo, porque estamos en tiempos de tanta corrección, protocolos, distancias y prudencias que a lo mejor eso es algo «superado» y que ya no se hace, como no se llama por teléfono. Por suerte sí, en un momento, unos cuerpos se chocan con alegría, y se arma un pogo chiquito, breve pero honesto. Confieso que me tranquiliza: es como sentir que todavía se puede.

Billie x 2: al micrófono y con la viola.

Vibrando ando

El recital dura dos horas y pico y no se nota. Los pibes son tan power que uno se queda con ganas de más. Le doy el último trago a mi segunda cerveza (en los noventa no me gustaba la cerveza pero desde unos años a esta parte ha sido inevitable que a uno le guste), saco un par de fotos y busco mi abrigo.

El show está terminando. Veo a Rick a unos metros saltando y me río. Me siento contenta, ha sido una buena experiencia esto de venir a un recital. Con los últimos acordes aparece el «Buenas noches y muchas gracias» y es momento de irnos.

No hay recital sin merchandising y Nice Guys lo sabe.

«Al final, jóvenes casi no había, era casi toda gente de nuestra edad«, me dice Rick. Le respondo que tiene lógica, aunque algunos sub 30 también se contaban entre los espectadores.

Es apenas pasada la medianoche y es un poco raro terminar una salida a esa hora, entonces después de mirar el celular a Rick le viene el recuerdo de cuando íbamos a las fiestas del Condon Clú. Largo una carcajada: sí me acuerdo. Era divertido y duraba toda la noche. Al llegar a la esquina cada uno de nosotros pide un Uber y nos despedimos con un abrazo.

Me siento feliz. No sólo por la música y el pogo (del cual aprticipé, por si no lo dije antes) sino por el reencuentro con esa parte de mí que sigue ahí: la que canta, salta, camina de noche con un viejo amigo y se emociona cuando una banda tributo hace exactamente lo que tiene que hacer: que la música sacuda todo. Aguante Nice Guys.

Puede que te hayas perdido