«Los Roses»: sin guerra pero inteligente y entretenida
Por Gabi Composto (gabi.composto@elcafediariook.com)
Edición: Carla Scardino (carla.scardino@elcafediariook.com)
Con la llegada al cine de Los Roses nos encontramos con una nueva versión del libro «La guerra de los Roses», de Warren Adler, aunque difiere un poco de la película anterior donde las posesiones materiales eran el tesoro de guerra.
Con dos estrellas británicas como son Olivia Colman (Ivy Rose) y Benedict Cumberbatch (Theo Rose), la nueva versión se centra en cómo se va desgastando la relación por cuestiones que van más allá del amor, y salen a la luz para lastimar, a pesar de sentirlo.
El origen literario de un éxito ochentoso
“La guerra de los Roses” es una novela de 1981 del escritor Warren Adler, que refleja con ironía y crudeza el final de un matrimonio aparentemente perfecto. La historia expone el egoísmo, la obsesión por los bienes materiales y la incapacidad de las dos partes de la relación por dejar de lado su resentimiento.
La película de 1989, dirigida por Danny DeVito y protagonizada por Michael Douglas y Kathleen Turner, muestra a una pareja que, a raíz de su divorcio, se enfrenta en una batalla campal (literal) por sus posesiones materiales.
Con el humor negro que la caracterizó, el éxito fue inmediato y la acompañó tanto el público como la crítica.
Adiós a la guerra, ahora son sólo los Roses
Aunque se basa en la misma novela, Los Roses no va por el mismo camino que la anterior. La historia tiene su diferencia en cuanto al conflicto que los afecta y está centrado en sus carreras, sus ambiciones con respecto a la vida profesional y en cómo, al invertir sus roles por necesidad, la vida personal y matrimonial comienza a caer en picada.
La historia está contada podríamos decir que casi cerca del final, en una sesión de terapia que arranca mal, sigue peor pero termina con ellos riendo compinches y la terapeuta en crisis. No los entiende y cree (¡y se los dice!) que ese matrimonio no tiene arreglo. Pero a pesar de las agresiones verbales y la picanteada, ya sentís que están mal, pero ¡ojo!, porque parece que acá hay amor. Pero no estamos frente a una rom-com… ¿o sí?

Dinero y éxito, ¿los males del matrimonio?
Chico conoce chica en la situación más inesperada e impensada. Él arquitecto, ella chef. Él sale de una reunión que lo está poniendo nervioso y entra a la cocina del restaurante. Cambian palabras, se miran, se tocan las manos y ahí nomás se van a tener relaciones en la cámara frigorífica.
De pronto pasaron 10 años y se los ve divinos juntos. A diferencia de sus parejas amigas, se nota que se llevan bien, se entienden, tienen sus códigos y se divierten juntos. Tienen dos hijos y una vida próspera en California gracias al éxito de Theo y a que Ivy decidió bancar su carrera en ascenso quedándose en casa para cuidar a sus hijos, dejando de lado su profesión. Un error que va a pasar factura.
El principio del fin de los Roses
La construcción de un museo que sería la cumbre de la carrera de Theo –un capricho arquitectónico per se– se convierte en felicidad y desgracia con diferencia de minutos. Ocurre un desastre que ningún profesional podría remontar. Y ahí, le toca a Ivy volver a su viejo amor, a lo que la hacía feliz… y a ser la responsable de pagar las cuentas mientras Theo se hace cargo de la casa y los hijos. Y no justamente por elección.
Un final cantado cuando ella empieza a triunfar y a él lo invade el resentimiento. Un cambio de roles, actitudes incómodas y celos profesionales.

Los Roses en el (pequeño) campo de batalla
Tony McNamara es conocido por la calidad de sus guiones como los de La favorita y Pobres criaturas. El director es Jay Roach, un experto en retratar con humor las familias y sus problemáticas, como lo hizo en La familia de mi novia (2000, con Robert De Niro y Ben Stiller) y su secuela Los Fockers, la familia de mi esposo (2004, agregando al elenco a Dustin Hoffman y Barbra Streisand).
Ambos lograron diferenciarla de La guerra de los Roses de Danny DeVito. Ya no son Michael Douglas y Kathleen Turner encendidos por el odio y la avaricia, sino que hasta con el conflicto que los separa, se siente como una película de amor y no como lo que se supondría es un film sobre un divorcio, el desamor, el dejar de querer y el fastidio inmanejable por cada cosa que el otro hace.
Entonces, al final, ¿es una rom-com o no?




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