«Darío», cuento de Carlos Segovia Monti
Por Mirtha Caré (eme.care@elcafediariook.com)
Edición: Florencia Romeo (florencia.romeo@elcafediariook.com)
Cuenta el autor
Darío es un cuento realista donde el protagonista, un albañil que vive en un barrio humilde en el conurbano bonaerense, lleva su brutalidad a cuesta al obraje y a la vuelta del trabajo se apoltrona en un bar de mala muerte entre sonidos de cumbias y aromas de vinos barato. Allí seduce a una mujer y en ese mismo andén, como si el diablo le pisara el poncho, se encuentra cara a cara con la muerte.

Darío
Las primeras luces dejaban entrever un bulto en el andén. La estación estaba atiborrada por trabajadores cuentapropistas, changarines y simples obreros que se agolpaban pergeñando una improvisada ronda. Darío era un peón de albañil, sin estudios primarios completos, hábil con sus manos; realizaba finos trabajos de mampostería.
Viajaba en el tren, subía en San Miguel. Caminaba veinte pasos en dirección sur y aparecía el quiosco; se había hecho adepto a unas pastillas refrescantes que le sacaban un poco el gusto a cigarrillo. La humedad y el rocío que se acumulaba le daban al andén una imagen fantasmagórica. Casi animal.
El colectivo 440 de cartel amarillo lo transportaba al barrio Manuelitas. Paraje humilde con gente de manos callosas y miradas sombrías. El tren lo depositaba cerca de su trabajo. Se bajaba en Palermo y después de caminar unas veinticinco cuadras (no se podía dar el lujo de tomar el colectivo), llegaba al obraje.
Había peones con cascos amarillos, ruido a cinceles, golpes de masas pesadas, hierros contra hierros y olor a cemento. Muchas horas de trabajar bajo el sol implacable de enero. Camisa transpirada. Las manos le hervían. El esfuerzo era extremo. Doblar, ayudado por la rodilla, los oxidados hierros del ocho.
Cuando por fin terminaba la jornada, se lavaba en un piletón maltrecho, con los pocos enseres que poseía: una toalla sucia, un jabón roído y manchado con grasa. Caminaba con su bolso marinero hasta la estación y se bajaba en San Miguel apoltronándose en el bar cargado de borrachines y pendencieros.
Una de esas tardes —que andaba con el pie izquierdo—, donde sus instintos liberaron lo bestial que tenía atrapado en su cuerpo, sedujo a Laura. Una morocha impactante. Ojos saltones color miel y una sonrisa que lo tenía cautivado. Su pelo azabache le llegaba justo a la cintura. Bastaron unos pocos encuentros carnales donde su lujuria desencadenó en un candoroso frenesí.
No tardó mucho tiempo la pareja de Laura en enterarse de lo acontecido. Estudiando los movimientos y horarios en que tomaba el tren. Hasta la ropa que llevaba puesta. Un amanecer con un puñal rastrero lo esperó en el andén que Darío conocía de memoria. Y, por primera vez en su vida, sintió miedo que se reflejó en los ojos del atacante.
Acerca del autor
Carlos Segovia Monti es escritor y docente argentino. Publicó las novelas El faro San Juan Salvamento (2013) e Iluminados por el faro (2015). Fue jurado de la revista Guka (Biblioteca Nacional). Su libro de poesíaBolivia fue publicado en Perú (2017). En República Dominicana fue nombrado Visitante Distinguido.
Dio un taller en la Sociedad Iberoamericana de Escritores de Miami. Recibió la distinción desde Albania Certifikate Vleresimi de poesía, 2020. Publicó en la revista Mimeógrafo de México, las novelas A un paso de tu sombra; Once; Un día más y San Juan Salvamento. Obtuvo Mención Nacional en el sexto Certamen Literario por el cuento Jenga (2021).
Corrigió la Antología de poetas Voces que rompen el silencio, Santo Domingo. Publicó en la revista Burak, de Argentina y en la revista Trazos de Miami: el cuento Sueños Espeluznantes. Publicó la novela El Silencio, en Argentina y el libro de cuentos Descubriendo Dragones, programa Lima Lee, (Perú, 2022).
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