Los alfajores de Florencio Varela que son furor

Los alfajores de Florencio Varela que son furor

Por Guillermo Tagliaferri (guille.tagliaferri@elcafediariook.com)

Edición: Florencia Romeo (florencia.romeo@elcafediariook.com)

Una mujer emprendedora y decidida, más la golosina preferida de los argentinos, el alfajor, dieron como resultado un producto que conquistó los paladares en Florencio Varela y que se convirtió en un clásico para los golosos de ese partido del sur del Gran Buenos Aires.

Los Alfajores Artesanales Varelenses, en su clásico envoltorio con la imagen de un león, nacieron, casi de casualidad, en la cocina casera de Celina Serrano y en poco tiempo se expandió como un emprendimiento familiar-comercial.

Según un estudio de Ibope Argentina, en nuestro país existen más de 12 millones de consumidores de alfajores y por día se ingieren 6 millones de unidades. Dentro de este amplio mercado, que ofrece alternativas de todo tipo, desde las industriales a las artesanales, Alfajores Artesanales Varelenses se ganó su lugar gracias al boca a boca.

Esas bocas que lo saborearon primero, luego lo recomendaron. Y así, este alfajor, golosina de origen árabe (al-hasú es su nombre original, que significa «el relleno») empezó su recorrido para convertirse en un clásico de la gastronomía dulce de Florencio Varela.

Serrano y sus alfajores, nacidos en su cocina casera para compartir con sus hijos.

El comienzo de la historia de los alfajores

El Café Diario contactó a Celina Serrano, la mujer empoderada que trasladó a Alfajores Artesanales Varelenses desde su cocina al ruedo comercial, para conocer la historia de su emprendimiento.

¿Cómo empezó esta aventura?

Nació en pandemia, cuando no podíamos salir de nuestros hogares. Había hecho cursos de pastelería y siempre me gustó hacer cosas para mis nenes. Un día tuvimos ganar de comer alfajores y como no podíamos salir a comprar, preparé una receta; por suerte, en casa siempre hay dulce de leche y chocolate.

¿Qué tal salieron?

A nosotros nos encantaron y fue un nexo para regalar a amigos a la distancia, como algo que mostrase que estábamos unidos. A ellos también les gustaron mucho. Y como siempre fui fanática de los alfajores y tenía la loca idea de tener mi propia marca y mi propio alfajor en circulación, ese fue el punto de partida.

¿Fue complicado pasar de un producto para consumo familiar al ámbito comercial?

Empezamos como algo artesanal, para familia y amigos. Después para conocidos, y esos conocidos los recomendaban a desconocidos que nos compraban. Entonces me puse a averiguar cómo obtener la habilitación, primero para registrar mi propia marca y que nadie se robara mi proyecto y luego para cumplir con todos los requisitos legales y sanitarios.

Negros o blancos, con dulce de leche o frutales, las variantes de los alfajores.

Toda una novedad para vos, ¿no?

Sí, fui averiguando e investigando… Registré la marca, hice la habilitación para la cocina de mi casa y un sector de taller donde elaboramos la mercadería. Así fuimos armando la línea comercial y artesanal. Fue el momento que decidí dar un paso más grande y que esto sea una marca que dé pelea a nivel comercial.

¿Qué te hizo pensar que el alfajor iba a tener aceptación?

Cuando muchos amigos o conocidos nos daban el okey que era algo bueno. Si bien ya la sabía, pero yo era la dueña del proyecto (risas). Siempre recibía muy buenos comentarios.

Al no trabajar con conservantes el producto es diferente, y la verdad es que es rico. Por eso me dije que tenía que saltar y confiar en lo que estaba haciendo, para poder comercializarlo y, en algún momento, ser una marca grande.

Alfajores, cuestiones legales y papelerío   

¿Fue complicado el proceso de cumplir con las reglas y normas?

Siempre supe que quería hacer las cosas bien, para no tener problemas el día de mañana y estar con todo en orden como corresponde. Consulté con una abogada amiga y con ella empezamos la parte legal del registro de marca. Y también todas los trámites y papelería que debíamos cumplir para poder ser una marca seria.

Por más que fuera de un emprendedor, quería que tuviera una índole seria. Tengo gente que me ayuda, como mi abogada Antonela Lorenzo y mi contadora Barbi Sanabria. Me apoyo mucho en ellas y cada duda que va surgiendo, recurro a ellas.

Me asesoran y solucionamos las trabas que van apareciendo. Para los controles sanitarios se hizo una auditoría y chequearon que estaban todos los espacios en condiciones y cumpliendo las normas. 

Seguramente tendrás algún hecho gracioso o curioso con tus clientes. ¿Podés mencionar alguno?

Pasa varias veces que me compran por cantidad, pensando que es mucho, pero al rato me llaman y me dicen «nos quedamos sin alfajores». Me dicen que compraron de más pensando en guardarlos y después no les quedan ni las migas.

La gente está acostumbrada a un alfajor comercial, que no es feo, pero es totalmente diferente al artesanal. Los míos son super frescos, los preparo en el momento del pedido y los entrego enseguida. Me llena de orgullo cuando me dicen que no les duraron nada y que quieren más. 

Una cocina, un universo   

Tu caso puede tomarse como un ejemplo. ¿Qué le aconsejarías a las mujeres que «cocinan rico» y no se animan a lanzarse a un emprendimiento profesional? 

Cada casa es un mundo y yo armé desde mi cocina un universo. Por una decisión personal, porque yo prioricé la maternidad, ocuparme de mis hijos al cien por ciento y no delegar tareas con mis nenes, estaba imposibilitada de salir a trabajar fuera de mi casa.

Entonces decidí que mi casa sea el lugar donde trabajar. Quizás, más adelante pueda proyectar una especie de fábrica o local donde podamos elaborar de otra manera. Si las personas tienen un proyecto y creen que es una buena idea, hay que tirarse a la pileta, pese lo que pese y cueste lo que cueste. 

¿Tuviste, en tu caso, algún cuestionamiento?

Sí, siempre hay gente que te va a tirar para abajo. Uno tiene que creer en sí mismo y en su producto. Si uno hace algo, en este caso cocinar rico para la familia, debe saltar ese abismo y probar suerte.

Siempre aconsejo que no se abataten, hay que correr el riesgo de ver qué es lo que pasa. Yo no me hubiera perdonado quedarme con la duda de qué hubiese pasado si no hacía este proyecto. 

Celina Serrano, la emprendedora, con su alfajor y un complemento ideal: el mate.

¿Qué le diría la Celina de hoy a la Celina que hace unos años se animó a este emprendimiento?

Primero, la felicitaría por haber superado el miedo que uno tiene o el temor al qué dirán. Muchos se reían cuando decía que iba a tener una empresa propia de alfajores. Me parece bueno no haberme quedado con la parte negativa y haber ido igual por mi objetivo.

Por ahí, ni yo misma me tenía tanta fe, pero nunca abandoné la idea que iba a ser productora de alfajores y que iba a tener mi empresa. Lo tenía, y lo tengo, muy fuerte en mi cabeza, en mi alma, en mi corazón, y le pongo mucha garra. Les dije a mis hijos que les iba a dejar una muy buena empresa de alfajores.

¿Los Alfajores Artesanales Varelenses sólo se venden en Florencio Varela, su patria chica? 

Tenemos la comercialización habilitada para toda la provincia de Buenos Aires. Como trabajo sola, voy abarcando algunos locales de Florencio Varela. Por algunos pedidos, los alfajores han viajado al interior y al exterior, porque la gente se copa mucho con nuestra historia y nos busca para conseguir nuestros productos.

Queremos abarcar lo más que podamos, porque el producto lo vale. La idea a futuro sería llegar a otros lugares de la provincia y después sacar la habilitación nacional y quien dice internacional. 

¿Qué repercusiones tenés de quienes los consumen por primera vez?

Siempre digo que es relindo que alguien te regale algo rico. La verdad que eso se da con nuestro producto. Considero que los clientes y yo somos un equipo. Y me autopresiono, más si sé que los alfajores son para regalar. Por eso me pone muy contenta cuando los clientes me escriben para contarme que quedaron muy bien con lo que regalaron. 

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