«La era del olvido», un político con una pesada herencia
Por Guillermo Tagliaferri (guille.tagliaferri@elcafediariook.com)
Un unipersonal depende casi exclusivamente de la performance de su protagonista. En La era del olvido, el experimentado actor Germán Rodríguez cumple a la perfección su papel y allí radica uno de los motivos de la brillantez de esta obra teatral dotada, además, y como complemento ideal, de un sólido argumento.
Identificado como Rodrigo Torres, político ambicioso en ascenso y con pretensiones de escalar alto en el escenario nacional, Rodríguez le da voz y movimiento, de manera contundente y rítmica, a este hombre que vivió una conflictiva relación con su padre, un respetado y recto abogado fallecido un año atrás.

La herencia de un padre recto
Esa herencia, moral y afectiva -o quizás no tanto-, transita repetidos saltos de amor-odio. Y la figura paterna asoma durante toda la obra y se convierte en una presencia asfixiante y opresiva, por momentos, para el político que pretende un alto cargo. La obra hace un planteo: ¿De qué vale un heredero que sólo administra lo que recibe?
El vínculo familiar, aunque transitando un carril muy diferente, aflora con la relación entre Torres y su hija, de veintipico de años, quien no parece coincidir con las ambiciones y conveniencias poco disimuladas de su papá.
Como suele ocurrir en la realidad en estos tiempos inmediatos y vertiginosos, todo error es rápidamente olvidado. Las palabras y los hechos de hoy, mañana se borran y se desvanecen y nadie parece acordarse. Verdad y mentira, olvido y memoria, ética e inmoralidad tienen límites muy difusos en las estrategias de la política.
Los tuits se borran, las declaraciones pasan, las conductas se tapan… Estas cuestiones quedan expuestas en la obra escrita y dirigida por Francisco Estrada con aguda visión.

«La era del olvido» y un actor convincente
Germán Rodríguez convence a lo largo de los 55 minutos de la obra. Por su enorme expresividad, tanto física, con un intenso despliegue, como por los diversos tonos de su voz y sus detallados gestos faciales. Cuando habla por teléfono parece que del otro lado de la línea están realmente su comnunity manager, su padrino político, su hija o el presidente de la nación.
Cuando se enoja, cuando ríe, cuando reflexiona, cuando putea, cuando baila, cuando cuestiona, en todas las ocasiones transmite a la perfección esos sentimientos y sensaciones.
El Café Diario® entrevistó al prolífico actor –Absentha; Rodeo; Rodando; Quienquiera que hubiera dormido en esta cama; El luto le sienta a Electra; Parque Lezama; Las tres hermanas; Golpe de Aire; No daré hijos, daré versos; Nada te turbe, nada te espante; Hipocampo; y El último fuego, son sólo algunos ejemplos–, director y dramaturgo para conocer su percepción sobre La era del olvido.

Recién finalizada una función más de «La era del olvido», ¿cuál es tu primera reflexión?
La primera sensación es agitación. Sí, agitación, acabo de terminar la función y estoy con la respiración agitada. Estrenamos en enero la obra y está teniendo buena recepción, pareciera que es un momento, que como a mí y también a Francisco, el director y el dramaturgo, interesa hablar de estos temas, y se ve que hay alguna necesidad de abordar la temática. Yo disfruto mucho hacerla y me parece lindo el ida y vuelta que se genera.
El tema de los políticos ambiciosos, las relaciones familiares, lo mediático y su influencia está muy vigente, ¿no?
Sí, si bien la obra tiene que ver con el universo de la política, también hay algo que va más allá. Que tiene que ver con lo humano, con la humanidad, con los vínculos, ciertos vínculos familiares, personas que tienen un tema ahí con su padre ya fallecido. Se mezcla mucho con la actualidad también, por la temática y la puesta en escena.
¿Cómo fue la complementación de tu personaje y la dramaturgia?
Si bien es un unipersonal, hay un personaje central y fuimos encontrando, después de mucho trabajo, el modo de contar este texto que ya había escrito Francisco. Por lo que está circulando, lo asocié con una obra de Veronese, Mujeres soñaron caballos, que en una parte decía que había un tipo de violencia en el aire; cosa que ahora también uno percibe. Pareciera que siempre está ese clima violento, y ahora está muy exacerbado. Entonces también tiene que ver con que fue apareciendo con el código de actuación, por este contexto, evidentemente. Probamos por otras líneas, en un proceso de ensayo que estuvo muy bueno, y finalmente decantó acá.
¿Te basaste en algún político en particular o en algún momento de la historia argentina?
Me basé en el texto, más que nada. Yo creo que todo el tema del estudio de la historia está en el texto a cargo de Francisco Estrada. Cuando lo leí me gustó mucho lo de los discursos políticos, esos discursos donde había argumentaciones o tenían cierta solidez. Hoy están devenidos en dispositivos, en tuits, que uno los escribe en cualquier momento y comunica a través de eso.
El vínculo con el padre y el trabajo en equipo
No es nada sencilla la relación de Rodrigo con su padre, ¿cómo resolviste ese tema a nivel actoral?
Hay un recorrido que está muy bien puesto en escena, con el vínculo que tiene el personaje con su padre. Ese cruce, me parece, logra una narrativa que es muy teatral, y también recorre un poco la historia. Y el personaje sale de todas esas palabras, como poder arrancar el sentido a eso que ya estaba escrito y sentirlo en el cuerpo, en un momento del termómetro actoral. Trabajó con nosotros Marina García Guerreiro, como colaboradora artística, y ella también colaboró mucho en la definición de mi personaje y de todo lo que venimos haciendo con Francisco. Trabajamos en equipo, es un combo. Porque aunque yo estoy solo en escena, hay un gran equipo detrás.

La era del olvido
Mario Bravo 980, CABA
Sábados 23 y 30 de agosto, 20.45 hs; Domingos 24 y 31 de agosto, 19 hs.
Entradas por Alternativa Teatral
Auditorio L. Caronti, Biblioteca Rivadavia
Colón 31, Bahía Blanca
Viernes 22 de agosto, 21 horas
Entradas en Entrada Uno
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