«Final de partida», un clásico oscuro que obliga a pensar
Por Guillermo Tagliaferri (guille.tagliaferri@elcafediariook.com)
Samuel Beckett, escritor, poeta y dramaturgo irlandés, tenía un estilo muy definido en sus textos: minimalistas, pesimistas, oscuros, humor negro y mostrando lo absurdo de la vida. Todos esos condimentos están reflejados en Final de partida, una de sus obras clásicas.
Desde su estreno, en París en 1957, Final de partida tuvo varias reposiciones en distintos lugares del mundo. Esta dramaturgia escrita por Beckett entre 1954 y 1956 tras la muerte de su hermano Frank, ofrece, casi siete décadas después, demostrando su vigencia, una nueva versión, dirigida por Alberto Madín.

En un escenario cerrado, asfixiante, austero, oscuro y con tendencia al bajón, cuatro personajes, atrapados y sin posibilidad de abandonar el lugar, ofrecen sus miserias, sus miedos, sus dolores, su soledad, su abatimiento y su resignación. «Nada es más divertido que la desgracia», escribió Beckett, y sus palabras están expuestas durante esta obra.
Final de partida y sus cuatro sufridos personajes
Paralítico y ciego, postrado en su silla de ruedas, Hamm, personificado con eficiencia por Alberto Madín, ejerce su poder, déspota y humillante, sobre Clov, su sirviente, interpretado brillantemente, gestual en lo físico y elocuente en lo oral, por Daniel Di Rubba, sumiso, resignado y con deseos nunca consumados de rebelarse. En este ensamble de sometimiento y dependencia, queda expuesto por los diálogos breves, repetitivos y absurdos que la comunicación no es eficiente y que ambos se necesitan mutuamente.

Nagg y Nell, papeles de Ruben Otero y Lina Rodríguez, viven confinados en dos tachos de basura, intensificando la sensación de encierro, ironía, degradación y absurdo. Asomando sus cabezas y torsos y relatando sus penurias y la corrosión por el paso del tiempo, hacen un interesante aporte al desarrollo de la dura historia.
Los desafíos existenciales, lo efímero y sufrido de la vida humana, con la inevitable muerte por delante, y la destrucción de la naturaleza, están insertas en un mundo gris, deshabitado y apocalíptico. Un drama planteado con todas sus aristas.
Un director-actor que invita a pensar
Alberto Madín, actor, director, guionista, docente teatral y vestuarista, suele abarcar en su trayectoria obras clásicas, entre ellas El burgués gentilhombre; El enfermo imaginario; Las criadas y El avaro.
¿Se puede decir que Final de partida mantiene intacta su vigencia a pesar del paso de tantas décadas?
Para mí es una pieza maravillosa de anticipación. Es una pieza distópica en este mundo cruel que estamos viviendo, lleno de guerras, de factores climatológicos que nos hemos provocado los seres humanos. Entonces, de verdad, creo que es la pieza indicada para este momento. Es una pieza que fue estrenada en 1957, o sea, hace unos cuantos años, y que ya se anticipaba todo esto. Es una obra donde son macro los pensamientos, está llena de reflexión, llena de pensamientos, algo fundamental.
¿Cómo ve el poder abusivo el poder que Hamm ejerce sobre su fiel criado?
Es un argumento donde hay una cuestión de sometimiento de un personaje a otro. Hamm significa el poder, realmente, por lo menos yo lo pensé de ese lado, y ejerce toda la opresión sobre el más desprotegido, que en este caso sería Clov.
También la obra hace referencia a la cercanía de la muerte.
Y bueno, tiene todo el tema de que se habla del verdadero camino, que cuando nosotros nacemos empezamos a morir. Ésa es la realidad. Creo que es una pieza muy sugerente, que atrapa. Fundamentalmente es eso, que atrapa.
La destrucción del planeta
La obra es dura, pero también invita a reflexionar y pensar, ¿no?
Y bueno, tenemos que pensar. Si no pensamos, el mundo va por mal camino, lamentablemente. Los líderes del mundo solamente piensan en las guerras, no piensan en las personas. Se destruye el planeta, todo el tiempo estamos destruyendo el planeta. Es terrible, terrible. Si no nos ponemos a pensar en eso, el final no va a ser el mejor.
¿Se ven las consecuencias y parece que no les importa?
Ese es el tema, eso es lo verdaderamente angustiante. Uno puede mostrar piezas más divertidas, pero yo siempre trato de buscar piezas que tengan un pensamiento, que encierren algo. Porque si no, los seres humanos no vamos a terminar bien.
¿Cómo fue el recurso de los padres apareciendo en los tachos de basura?
Bueno, eso lo pide Beckett. Y esa idea a mí me parece muy fuerte, para mí simboliza el encierro que se produce en los geriátricos. El que no ha entrado alguna vez a un geriátrico no sabe con lo que se va a encontrar. Ahora lo llaman residencia para mayores. Es una cosa espantosa. Entonces, tengamos un poquito de piedad, empecemos a pensar un poquito qué es lo que hacemos con nuestros mayores. En la obra está simbolizado por esos dos tachos de basura. Realmente, creo que la pieza es conmovedora.

El humor negro de Final de partida
¿Qué aporta esas dosis de humor negro de la obra?
Es lo que tratamos de demostrar, porque es parte de una realidad. Tiene su humor, un humor bien negro. pero bueno, también es humor. Y un humor para pensar.
Insistís mucho en la cuestión del pensamiento, ¿por qué?
A mí me preocupa el tema del pensamiento y crear conciencia también. Lo que está pasando, que el público capte eso. Ésa es la idea. La comedia también tiene que encerrar un pensamiento, alguna cosa. Vos viste El avaro, y también encierra un pensamiento. Bueno, a mí me gusta trabajar con eso. Me encantan los clásicos.

Final de partida
Jufré 444, CABA
Sábados de septiembre y octubre, 19.30 horas
Entradas en boletería o por Alternativa Teatral
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